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viernes, 13 de agosto de 2010

SI / IF

Si entre dos nadas vivimos,
nada
es suficiente.

Si, entre mentiras que adoramos,
nos perdemos;

si de rodillas
inventamos
religiones y herejías, glorias
y aleluyas,

si entre dos aguas nadamos,
si nos lleva la corriente
de una orilla
al otro lado;

si estamos hechos de arcilla y,
por tanto,
nos quebramos
a cada
paso,
día
a
día;


si nos hicieron de hambre
de tiempo y deseo,
cobardes o héroes, tal vez,
por un instante;

si huimos sin apenas ver,
si no hay guía,
no hay luces,
no hay señales;

si nos partieron en dos
y olvidamos las preguntas
porque adivinamos
que no hay solución;

si, con todo (y de vez en cuando)
amamos,
quizá encontremos refugio,
acomodo,
descanso
en una incierta y frágil,
imprecisa,
(en ésa única)
razón.

martes, 10 de agosto de 2010

DE_GENERACION

Con la mosca

detrás de la oreja

y la telaraña pendiente

—siempre—

de alguien que se anime

y la teja.



Con la verdad

revelada a la luz

de velas apagadas.


Con la vista fija

en un magnífico destino

de héroes

de acontecimientos

deportivos.


Con la promesa solemne

de traicionar a los

—así llamados—

seres queridos.


Así nos va.


Y así nos recordarán:


Con la pericia de un forense,

deduciéndonos al filo de un escalpelo.

CAFE PARA TODOS (LOS DIAS)

Mientras mi mundo prescribe
describo una órbita errante
al epicentro
de un instante casi olvidado
en el que tenía sentido
el delito de lesa emoción
(al menos —o por supuesto—
cuando las chicas morenas
llenaban
la escena).


Pero ya sólo queda una primavera
mercenaria,
una orquesta de cámara para música
de lata,
la constatación de que no hay
sabor nuevo,
frases que no hayas oído,
distintos besos donde escoger.



Ya sólo queda
el mundo idiota
de las cosas que se compran con dinero
y las opciones se han reducido
a decidir
entre los colorines
de las cápsulas
de la Nesspresso.


—Cariño ¿un café?

jueves, 5 de agosto de 2010

PUNTO Y COMA


Podría prescindir,

hasta cierto punto, al menos,

de la gramática,

de la sintaxis,

o de la correosa ortografía.


Podría prescindir también

de la sospechosa sombra de la duda

de los lugares comunes,

de los adjetivos gastados,

y disfrutar arrumbando determinadas palabras

en el desván

de un diccionario.


Podría encontrar sentido

en evitar la rima

y en permitir parlotear pesada

a la cacofonía,

o en suspender para siempre

a los puntos suspensivos

(y a algunos interrogantes).


Podría incluso permitirme

olvidar, forzadamente,

el leve aleteo de la aliteración,

la rítmica métrica clásica

o un inacabablemente brevísimo

(y mal acentuado)

oxímorón.


Lo que no podría,

en modo alguno

es dejar de usar,

con absoluta (perdón) prudencia,

un punto y coma

que me alivie;

que otorgue una pausa,

y, a la vez,

no separe;

que me dé un respiro,

un recurso de amparo

ante el final abrupto del punto,

(por mucho que pueda ser punto

y también seguido).


Nada

como un punto y coma

que me otorgue, ambiguo,

una nueva oportunidad,

agregar un matiz, un detalle,

una excepción.

Un punto y coma, dos puntos:

un espacio no amenazado

de convicción.

Y punto.

martes, 3 de agosto de 2010

SU POSICION / MI POSICION

Supongamos

que lo amargo es la variante

más interesante

de lo dulce.


Supongamos

que no es oro cualquier cosa

(o que ni siquiera reluce).


Supongamos

que habitamos otro lugar,

que somos los invitados,

párrafos que han extraviado

(otra vez)

el punto de lectura.


Supongamos

que nunca estaremos

a la altura.


Supongamos

que nos van a dejar jugar

solo unas pocas horas más

(pero que nadie nos podrá interrumpir,

que no hay que pedir permiso,

que se presume obligatorio

hacerse el loco o ejercer,

¿de profesión?: insumiso).


Supongamos

que aplazamos

otra vez (y van diez)

la revolución.


Supongamos

que no hay conclusión,

que la mejor apuesta la hicieron otros,

que las lágrimas son insuficientes,

que la autopista no acaba ahí

(o que el tipo del peaje

se dio, por fin, de baja).


Supongamos

que la mejor manera

será, siempre —¿cómo?

—Sí, ésa.



Supongamos

que es sólo otra noche más

o que no es la última

o que nadie nos lo va a asegurar.


Supongamos

que no hay partido de vuelta:

que ésta es la final que hay que ganar.


Supongamos

que los perros recuerdan a sus padres

algunas tardes de invierno;

tú puedes (si quieres) acariciarlos

aunque ellos solo desean aullar.


Supongamos

que no tropezamos:

que necesitamos una forma elegante

de mostrarnos graciosos

(o, lo que es lo mismo, vulnerables).


Supongamos

que nos invade la duda,

que toma nuestras playas,

que se salta todas las líneas,

que instaura su dictadura

llena de planes quinquenales

plagados de sutiles interrogantes.


Supongamos

que nadie puede contigo

o, por el contrario,

que te derriban tan solo

con un soplo,

con apenas un poco

de aire.


Supongamos

que la verdad ha dimitido

(que la pillaron robando

un poco de sinsentido).


O supongamos

lo indudable:

que esto es un grito

y que no lo oye nadie.

lunes, 2 de agosto de 2010

MARCAS

Quedan, sí,
como pequeñas cicatrices
una al lado de la otra,
(pero confíe en mí).

Notará un ligero
estremecimiento
(si es especialmente sensible,
incluso un temblor
o, para serle sincero,
hasta un desvanecimiento).

No se deje asustar.

Sí, es cierto,
como se detalla
en nuestro folleto:
en alguna ocasión
se producen efectos paradójicos,
un ligero sabor metálico,
puede que llegue a oír
voces que susurran
en lenguas extrañas,
o a sentir una irrefrenable adicción
a jugar con insectos,
particularmente
con arañas
(todo esto, por supuesto,
es infrecuente, más que raro,
anecdótico).

Considere, sin embargo,
los beneficios:
inmortalidad asegurada,
¡y a saber qué vendrá después!;
opcionalmente… telequinesia,
transmutación, ingravidez,
y nuestra típica, inimitable
envidiada y elegante
palidez.

La alternativa es,
sinceramente,
poco atractiva:
una vida limitada,
tasada,
tan corta como una sonrisa,
aburrida —disculpe— como una Misa
tan frágil —permita— como usted.

Desconfíe de imitadores:
la licantropía: una lata;
el vudú: destrozará su espalda;
¿magia negra? ni se le ocurra,
para eso mejor sea bruja
(aunque considere el esfuerzo
de tanta pócima inútil
y el riesgo cierto de ser quemada).


De verdad, a la larga,
le sale todo mucho más caro,
(y no digamos los pactos
con el diablo:
disculpe la paradoja,
pero se han puesto,
literalmente,
por las nubes).

Así, que si lo desea,
no tiene más que firmar,
aquí, y aquí,
y al dorso también;
no, con sangre no,
(no malgaste ni una gota,
quizá la eche de menos
después)
con tinta bastará.

Sí, desde luego,
unas pequeñas cicatrices,
una
al lado
de la otra.

Sí, al dorso también,
junto a la fecha.

Sólo firme.

HOYO 6, etc

Con la previsibilidad
de las casas con tejados a dos aguas,
de los monovolúmenes
y de los perros pastores
que ya sólo ejercen de perros de lanas.

Con la determinación
de los dieciocho hoyos (ni uno más),
del Colegio Internacional (Nada Menos),
o del —mal llamado—
club social,

tapizando colinas,
surcada de vallas,
de rotondas y farolas,
de puestos de seguridad
como check-points para pobres,
como dudas —fundadas— para visitantes.

Surge,
omnímoda,
la Urbanización.

Sólo el viento,
en ocasiones,
el viento del sur (más exactamente),
acerca el olor antiguo y universal,
de las granjas cercanas,
acaricia el césped del campo de golf,
mueve los cabellos lánguidos —y vulgares—
de las acacias,
se infiltra en pisicinas privadas,
en las pistas de paddle
y hasta en el club —está bien—
social.

Sólo ese viento recuerda a los niños,
mientras su mirada se pierde hacia el Hoyo 6,
o hacia el logo Ralph Lauren del niqui de mamá,
que el pollo,
o el jamón,
o la leche en la que nadan sus cereales,
que todo eso,
en otro lugar,
es/fue/puede ser
de verdad.

Que hay vida inteligente / más allá / del hoyo siete.