Empezar de nuevo
donde siempre acabo.
Conseguir vivir en una ciudad
donde se pueda oír
el sonido de las bicicletas
deslizándose entre los árboles.
Usar mi sofisticada inteligencia para simular ingenuidad.
Creer ingenuamente que poseo una sofisticada inteligencia.
Clasificar los tés por su tono, como los acordes.
Identificar menores y mayores, su círculo de quintas.
Pedir un té verde en Si bemol mayor
y que ella me entienda
(Tú ya me entiendes).
Construir un templo donde recogerse,
donde buscar inspiración,
donde poder esperar a entender mejor las cosas.
Llamarle “biblioteca”
(o “librería” si es de pago).
Encontrar la suerte.
Darle las gracias amablemente
por haber sido tan generosa conmigo.
Fijar el rumbo
e ir, como siempre,
por cualquier otra parte.
Intentar imitar menos
a Benjamín Prado,
Imitar menos
a los que imitan
a Nicanor Parra.
(Robarles más, mejor,
descaradamente).
Descubrir una fuente de energía
limpia, inagotable.
Saludarla, cada amanecer
(y que sean muchos).
Descartar cualquier propósito
por exagerado y narcisista.
Tener confianza en el caos.
Acabar donde siempre,
empezando de nuevo.