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miércoles, 28 de julio de 2010

WORDS JUST WANNA HAVE FUN

Un exceso
de palabras
desactivadas
insulsas
amortajadas

amenaza con dejarme exhausto.


El mantra aburrido de frases con demasiado
—o demasiado poco— sentido.

La monótona monserga,
la lenta procesión de las santas obviedades,
los tópicos dos por uno o siempre a precios bajos,
los lugares comunes de obligado consumo.

Surgen
de entre las hojas de los periódicos
de las novelas
de los poemas
de los labios de locutores radiofónicos
de las ventanas,
de las cafeterías,
de un vecindario locuaz,
demasiado ruidoso.

Palabras
domesticadas,
imprecisas,
inexactas,
palabras mal orientadas,
pasto para las llamas,
palabras, incluso, rimadas.

Quizá sólo salieron a divertirse
y mi mal humor las espanta.

SOSTIENE MI AMOR

Platón dedujo
que éramos reflejos imperfectos
de la exacta geometría de las ideas:
sombras
de las sombras que habitan
la oscuridad de la cueva.

Copérnico observó
nuestra excéntrica situación,
hizo de este barrio un suburbio
en órbita (predecible),
alejado —lo justo—
del brillo del sol.

Darwin dibujó
nuestra genealogía de simios imberbes,
de vocación inmaduros:
de las cuatro patas
a las dos, y de ahí,
enseguida,
a la genuflexión.

Einstein, más tarde, afirmó
que, para cualquier observador,
en cualquier lugar del Universo
a más de cien años luz,
todos los que —como bobos—
le saludamos mientras mira
estamos ya —relativamente— muertos.

Tú, en cambio, sostienes,
—ajena a la física, a la biología,
apenas rozando tangente a la filosofía—,
que no puedes vivir sin mi,
que soy el centro de todo,
que soy ideal (o bastante mono),
y en ese tópico
—perdón: en ese lugar común —
sobrevivo yo,
relativamente.

martes, 20 de julio de 2010

ADIVINA

Está en el movimiento,
bajo el acento involuntario del párpado de mi hija,
mientras duerme.

Está en esa leve señal,
en ese espasmo.

En mi hija.

Mi hija.

Implícita, en un suspiro.

Está en la mañana de algunos días, todos los días.

Contenida, expandida.

Y ellas la tienen, casi siempre.

Está en la forma en la que me amas, me acaricias.

Está agazapada: luego asoma, saluda, tímida (se adivina).

Adivina.

Está por toda, toda, toda la palabra.

Está al final de la rosa, al final de la espina.

A.

Divina.

MI IGNORANCIA

A veces

me gustaría refundar

las sólidas bases de mi ignorancia

con dioses minúsculos e inocentes,

con ángeles sin alas,

con un jardín japonés.


A veces,

cuando hay problemas,

recurro al azul apenas azul

o al rojo o al milagroso naranja

del atardecer:

a cualquier lugar,

o a cualquier momento

en el que la belleza

sea lo suficientemente intensa,

inabarcable, gratuita,

inexplicable,

como para permitirse ignorarla,

como para no agradecer el espectáculo

y postrarse, rendido.


Pero, otras veces,

la tentación, estructurada, resurge

y golpea las sólidas bases de mi ignorancia

con la cobardía altiva de un poeta

y la determinación mutilante

de un jardinero ciego.


A veces

cuando salgo al balcón y todos miran

dudo hasta de las monjas de la primera fila.


Y sólo mis zapatos

rojos,

tan brillantes,

me afianzan

sobre las sólidas bases de mi ignorancia.

domingo, 4 de julio de 2010

TOMO NOTA

Tomo nota,
aunque del lápiz acabo,
mucho antes,
el extremo con la goma
de borrar.

Tomo nota
lo que no me impide,
bajo ningún concepto
—y por más que no lo evito—,
olvidar.

Tomo nota,
sobre todo,
de lo superfluo
(lo importante ya tiene
por derecho —de pernada—
otro lugar:
libros,
archivos,
repertorios,
anuncios,
lápidas —algunas, incluso, con vistas al mar—).


Tomo nota
como si algo
—de entre todo, de entre tanto—
como si algo (digo, o quizá digo
como si a alguien)
pudiera
atrapar.

Tomo nota,
redacto
apuntes transeúntes,
esbozos de frases inútiles,
pronósticos,
apunto recados, teléfonos —muchos póstumos—,

palabras que,
pasado el tiempo,
no hago el esfuerzo suficiente
en traicionar.

La vida,
exagerada,
pasa.

Y yo tomo nota.

Como si tal cosa.

O como si nada.