Juré ser fiel a mis juicios.
Prohibí desahuciar mis pensamientos
(aunque, tal vez, fueran lirios).
Volví a acometer a cuerpo limpio
la ducha sin cuartel de otra mañana.
Dudé, una vez más, de mis motivos.
Junté, por jugar, los argumentos.
Sumé factores, consulté algoritmos.
Rebusqué entre las rayas de mi mano
y los horóscopos del domingo.
Por la tarde, demasiado pronto,
resolví el secreto de la vida
poco antes del segundo trago.
Porque no hay nada
que no pueda adivinarse
en el fondo oscuro de un negroni:
porque todos somos mezcla
de algún modo,
de gin, vermú y Campari.
No hay comentarios:
Publicar un comentario