(I): ORACION SUBORDINADA
Funciona a pilas
de agua bendita;
depositada la confianza necesaria
a golpes de susurro, a veces incluso
a golpes de pecho,
se deja macerar a un ritmo lento,
como cualquier otra esperanza
(excepto las cortazarianas)
y se abandona, si es posible,
junto a velas, bajo bóvedas acristaladas
o en oscuras capillas
(que puede opcionalmente adornar
con porosas osamentas
como simple decoración o para mejorar el efecto).
Se obtiene después,
siempre,
lo que Dios quiera.
Puede repetirse cuantas veces se precise
con idéntico resultado.
(II): DESAMAR
Ahonde en subterfugios,
vigile su espalda (la de él/ella, claro),
hágase (por una vez) la/el interesante.
Responda de forma críptica,
casi jeroglífica,
ante sus preguntas sin sentido
(por ejemplo: “¿salimos?”).
Sea hosco/a, sin sutilezas,
cuando sea necesario.
Sea cruel.
No se corte
(salvo, quizá, en las muñecas
pero como simple advertencia).
Cuando se vea solo/a,
desamado/a,
el deseo resurgirá,
enorme,
desalmado,
ya inútil, para siempre.
Insista, si es necesario
y si tiene el valor suficiente
(perfectamente desenfocado).
(III): AMBICION AMBIGUA
Quiera, pero no tanto
o no siempre
o no a lo mismo
o varias cosas a la vez.
Quiera y no quiera
(incluso querer)
y dude desde ambas
incómodas posturas
(y sus combinaciones).
Ambicione el desapego pero
adhiérase, ferozmente, a causas ambiguas,
lidere empresas arruinadas
sin pestañear
y viva, como si tal cosa,
el deseo desbocado, libre, sin objeto concreto,
la satisfacción de ser capaz de amar
cualquier cosa, sujeto
o predicado.
Ambiguo, observe el mundo
con la sagrada mirada de la indiferencia
(y no permita que se le vea llorar).
(IV): PROCRASTINAR
Sea tenaz:
ni se le ocurra culminar,
terminar, dar brillo, cerrar nada.
Deje siempre para la vida postrera
lo que pueda completar esta misma tarde.
Su vida se poblará de proyectos,
ideas, tareas infinitas como océanos medievales,
selvas inextricables, laberintos llenos de sentidos;
recupere aquellos deberes de primaria
que nunca terminó y dígase:
“soy coherente, siempre fui así”
mientras resiste el impulso de concluir
esa sencilla raíz
cuadrada
(o el problema de los trenes que se cruzan).
No deje de aplazar, dilatar,
dilapidar;
amplíe los plazos y ellos le traerán
una incómoda sensación,
un estúpido (pero irresistible) deseo
de volver a empezar
(una enésima cosa).
En fin, procrastine a mansalva,
procrastine todo,
pero fundamentalmente, el fin
(es lo más difícil, por eso, insisto:
cras, cras,
deje el fin para otro día).
El dolor al reconocerse
cruzando alguna meta,
puede que sea eso,
¿quién sabe?
Usted,
nunca,
desde luego.
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