Perplejo, boquiabierto,
levemente estólido,
deunapieza,
vagamente ausente
de indicativo.
Varado entre pilas de ropa arrugada,
en esta tienda adornada de porcentajes
oscilantes,
estantes desordenados y tallas
perdidas,
me armo de valor
y le digo a la encargada
“¿no será esto como una especie de
distopía
una suerte de infierno venido a menos,
para el verdadero consumidor,
para el connoiseur exquisito,
para lo selectivo?”
Me mira y sé que no entiende nada
a pesar de tan profesional
(y condescendiente, lo sé) sonrisa.
Lo reconozco: he vuelto a hacerlo,
he vuelto a conjugar
mi tiempo preferido:
ausente de indicativo.
Me aburro y, mientras compras,
parpadeo,
incesantemente
(intento, en realidad,
mejorar los frames por segundo,
mejorar la resolución
con que te admiro)
y con este estúpido movimiento,
junto al cartel de PRADA,
descifro un mensaje semioculto,
vibrante (sé que es cosa mía)
escrito en la letra pequeña y sucia
de las grandes promesas:
dice “WIFI GRATIS”
y me hace pensar en el espectro
invisible
que nos envuelve,
en megabytes yendo y viniendo
entre algodón 100% y poliéster y
poliamida:
todo ese caudal invisible,
toda esa corriente salvaje,
desaprovechada.
Comprenderás, no puedo evitarlo,
disimulo y saco el móvil, acaricio su
pantalla
que ofrece, apenas pixelada,
otra promesa:
un espacio en blanco
y un teclado para formalizar el deseo:
googleo “ZARA” y,
con gran agilidad (he de decirlo)
en un par de (inaudibles)
clicks mal contados
elijo un par de pantalones chinos
que son, paradojas industriales,
mitad gallegos, irlandeses,
o, en realidad (extraña palabra),
marroquíes.
Tan cerca y tan a distancia
de ti,
traiciono el mismo lugar
que me ofrece asilo
(y conexión);
me siento un infiltrado,
un topo, un espía contrainteligente:
compro, a distancia,
los mismos pantalones que tú me
ofreces
y desplazo a un lado, displicente,
desinteresado,
como un emperador romano
rechaza la ofrenda de un esclavo.
No me lo tomes en cuenta,
sabes que nunca me gustaron las rebajas
(pero no pienses tampoco, ingenuamente,
que una revolución no empieza
siempre por un pequeño detalle,
un revolucionario casi nada).
Lo mio, reivindico,
es un acto de rebeldía.
In absentia
pero rebeldía, al fin y al cabo.
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