Para que yo pueda seguir
viviendo mi vida
¿cuál si no?,
para que pueda haber
algo de mí en mi discurso
para poder recordar
pero con el ritmo lento, riguroso,
con el ritual necesario,
con el tono debido, paso a paso,
para no hacerme daño,
preciso (ocasionalmente)
refugios,
pisos francos,
apropiarme de un lugar
(normalmente pequeño, silencioso,
algo lúgubre, sí, a veces)
y hacerme fuerte (si eso fuera
posible),
soñando espejos,
desfigurando significados,
maltratando palabras,
inventando fórmulas apócrifas,
mintiendo, en fin,
mintiendo.
Para mi estricta supervivencia,
para que mi voz tenga un papel
donde dormir, una vez callada,
para disimular lo fugaz (el instante),
para disfrazarme,
para no verme tal como soy,
para desdibujarme,
preciso (detesto ser insistente)
refugios,
abrigos,
muros levantados con los sacos
terreros
de la ficción
y la estricta voluntad de escribir
sobre lo que a nadie importa
(y para mí es urgente desnudar).
Para alimentar mi valor
(y sus contrarios)
preciso de estos falsos refugios:
el consuelo,
de tanto en tanto,
de cuatro o cinco versos,
sin rima, sin ritmo, sin demasiado
sentido,
versos que ni se sostienen
de lo mal apuntalados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario