Los trazos, en realidad, encuentran al pintor
cuando no los busca demasiado.
La intención traiciona el dibujo,
el fin estrangula los pasos necesarios
(para perderse)
el contorno desdibuja, impide
conocer.
Las cosas laten,
vibran,
nos conmueven,
difuminadas,
más por lo que no acabamos de ver
que por cómo se muestran,
más por su resonancia
que por su melodía,
más por cómo no terminan
que por sus esquinas, tan acabadas.
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