El rigor de las costumbres imponiendo su cordura
al calor de la distancia, la renuncia, fantasía
con aroma de derrotas que te sueñan o imaginas
(y el viento que se enreda entre velas y banderas).
El sabor de las meriendas alargando los domingos
y la luz de las tardes maquilladas de poniente,
el rumor intermitente de las olas retrasadas
de noticias y horizontes. La virtud de las mareas.
La imprecisa relación de la sal y la nostalgia,
de la arena que se filtra y se queda para siempre
entre páginas reunidas y olvidadas (amarillas
de vejez inesperada). El verano que termina.
El rigor de las costumbres imponiendo su cordura;
el reloj, el disfraz planchado, puntual, apolillado;
el rumor de las horas que se escapan a escondidas.
El dolor de vernos tal como éramos
(tal como nos fuimos).
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