describo una órbita errante
al epicentro
de un instante casi olvidado
en el que tenía sentido
el delito de lesa emoción
(al menos —o por supuesto—
cuando las chicas morenas
llenaban
la escena).
Pero ya sólo queda una primavera
mercenaria,
una orquesta de cámara para música
de lata,
la constatación de que no hay
sabor nuevo,
frases que no hayas oído,
distintos besos donde escoger.
Ya sólo queda
el mundo idiota
de las cosas que se compran con dinero
y las opciones se han reducido
a decidir
entre los colorines
de las cápsulas
de la Nesspresso.
—Cariño ¿un café?
Me encanta en ritmo de los primeros 6 versos
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