Antepasados, en fin, versos sueltos;
no lo dudes, el poema siempre acaba
y el punto final nos cose (con seda
trenzada) los párpados inflamados.
Inexorablemente,
como
una llave
encaja en su cerradura.
Luego
tal vez (con
suerte) nos estudiarán,
con la fría
curiosidad de una tesis doctoral;
nos mirarán
con la
dedicación estricta que requieren
los tratados,
los inventarios,
seremos
Convertidos en fragmentos aislados
sobre portaobjetos, seremos tinta,
agua pasada, listados y polvo,
ceniza exactamente analizada.
Seremos, en
algún momento,
antepasados.
Inexorablemente,
a medida de
nuestra sepultura,
Luego, quizá, ellos,
nuestros descendientes,
encuentren el tiempo necesario,
probablemente
Buscarán huellas de nuestras promesas:
no quedará rastro; no hubo victoria,
no habrá leyendas, ni llamas eternas,
Inexorablemente,
no hay más
vida que la que arde
(ni otra
ribera).
No entenderán
por qué,
interpretarán,
a tientas, nuestras razones,
justificaciones
a granel, por toneladas
(quedarán
ocultas, si hubo, las verdaderas),
seremos
objetos de sutil condescendencia,
nos buscarán, rigurosos, sentido:
ciencia será, y ciencia desalmada.
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