Hoy el viento (atentos: quizá sea la
memoria)
trae ese aroma, de nuevo,
y aúlla el dolor,
malvenido, gritón, incómodo,
entre los árboles vencidos.
Apuras, exprimes y destilan los
recuerdos,
cala, gota a gota, ¿el pasado?:
cuando disfrazamos de humor la
vergüenza,
y de inexperiencia los tropiezos,
cuando maquillamos nuestro rubor
y disimulamos,
cuando aparecen los temblores,
y nos perdonamos la falta de tacto
mientras oímos cómo gotea la sangre
(ajena),
cuando atribuimos a un malentendido
el desamor y la indolencia,
y a un error en la estrategia
la pérdida, la amputación.
La tristeza, la duda, la renuncia
escrita a cincel, día a día,
en el mármol de tu historia.
Hoy, por eso: hoy.
Mañana es otra cosa:
mañana será memoria.
Hoy, digo. Sin duda.
Es el único momento
(el momento es único, quiero decir)
Aunque sólo sea (solo)
por no tener que inventar más
idioteces,
más versos,
por no tener que disimular,
entre paréntesis
(más coartadas).
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