Mi padre tiene los ojos de Auster,
de Paul Auster,
creo que no os lo había dicho nunca,
o que no os habíais fijado,
pero así es.
Un problema:
conocí los ojos de mi padre mucho
antes
de leer,
de leer literatura,
de leer literatura norteamericana,
así es que supongo que es al
contrario:
es Auster el que robó
los ojos de mi padre.
Porque él, mi padre,
ha mirado siempre así,
con una intensidad que chirría
como con un jadeo,
esforzándose,
apuntando con los párpados
como haces con la mira de un fusil.
A mi padre se le puede oír mirar.
Él siempre dice
“¡Pero qué fea es la gente!”
(y con unos ojos así
no parece que se pueda llegar
demasiado lejos).
Nos encontramos a nosotros mismos
únicamente mirando lo que no somos
dice Auster
Y así lo intento yo,
y cada vez que veo
una entrevista con Auster
justo antes de que empiece a hablar,
ahí están, los ojos de mi padre,
mirando, exactamente, lo que no somos.
Luego empiezan las preguntas del
entrevistador,
los tópicos y todo lo demás,
y es cuando pienso que la vida de mi
padre,
al contrario de lo que dice Auster de
sus novelas,
sí es, completamente,
autobiográfica.
Y que Auster,
como sus ojos, es un fraude:
La escritura no sirve para cerrar
heridas,
dice.
Y yo estoy por creerle.
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