A veces
me gustaría refundar
las sólidas bases de mi ignorancia
con dioses minúsculos e inocentes,
con ángeles sin alas,
con un jardín japonés.
A veces,
cuando hay problemas,
recurro al azul apenas azul
o al rojo o al milagroso naranja
del atardecer:
a cualquier lugar,
o a cualquier momento
en el que la belleza
sea lo suficientemente intensa,
inabarcable, gratuita,
inexplicable,
como para permitirse ignorarla,como para no agradecer el espectáculo
y postrarse, rendido.
Pero, otras veces,
la tentación, estructurada, resurge
y golpea las sólidas bases de mi ignorancia
con la cobardía altiva de un poeta
y la determinación mutilante
de un jardinero ciego.
A veces
cuando salgo al balcón y todos miran
dudo hasta de las monjas de la primera fila.
Y sólo mis zapatos
rojos,
tan brillantes,
me afianzan
sobre las sólidas bases de mi ignorancia.
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