Memorandum #1
Aunque la esperanza no tiene pinta de ser hereditaria
y el tiempo es mucho menos molesto que su ausencia
podría, mientras tanto –tanto tiempo, espero–
[nota mental]
travestirme en cronopio con cinco minutos de fama,
utilizar una máscara, réplica exacta de mi cara,
para ocultarme (en privado),
globalizar la nostalgia, mejor, la saudade,
agitar el Zen con karma,
envidiar al anhedónico, por si se anima,
y establecer un Pacto Fundamental sobre la Realidad,
Dios mediante.
No olvidar,
alcanzado el Gobierno (de mí mismo)
un Decreto de Suspensión de la Incredulidad,
una dosis crónica de ficción (de buena calidad),
y, de cuando en cuánto,
una gastronomía cósmica,
un nacionalismo desfronterizado de raíz,
un lugar desde donde construir utopías
y romperlas, day by day
como (¿los niños?) necesitan deshacerse de sus castillos de arena
–como un desapego original
a prueba de paraísos idiotas,
paraísos para esos idiotas aliterados–.
Sí, no olvidar tener un memorandum
en [tareas pendientes],
permanentemente.