Palidez.
Teñidos de lógica palidez,
andamos,
tan seguros de ir en la dirección inadecuada,
y, de camino,
de lado a lado, vemos la
Nieve:
Caen los primeros copos de tristeza artificial
y nadie (nadie) parece haberse dado cuenta del
Frío.
Así que bailamos, nos abrazamos,
fingimos que todo va bien,
que las aguas ya no subirán (más).
Y alguien enciende, despacio, las
Luces.
Y ellas, ingenuas, creen ayudarnos.
Pero solo señalan lo que recordamos,
lo que ya recorrimos junto a todos
Los demás,
que son todos esos,
los que parecen llamarnos desde su acera,
querer ser como nosotros, ser nosotros,
ocupar el reflejo de los espejos de nuestra
Casa.
Porque hemos construido cientos de casas
y vallas y puertas de garajes,
jardines, trasteros, balcones llenos de plantas…
pero siguen pareciendo, apenas, refugios.
Seguimos vagando, buscamos
Pistas
suficientemente fiables, reos
del crimen por el que se nos condena,
cada día,
a sabernos ciegos
y mortales.